
Uno de los recuerdos mas persistentes que tengo desde que era un niño y que, a medida que pasan los años, no ha dejado de asaltarme cada vez que llega a mi pituitaria es el aroma que desprende el caldo del que vamos a hablar y que me retrotrae a escenas de mi infancia que creía olvidadas. Mas o menos me pasa como a Marcel Proust cuando nos relata, en uno de sus libros mas famosos, el recuerdo que le asalto de su infancia cuando le llego el aroma de la magdalena que se estaba comiendo.
Se trata de un caldo de pescado de receta mixturizada por las varias influencias que en mi familia se han dado y que mi abuela consiguió compilar hasta llegar a este elixir de aroma intenso y sabor delicioso que te permite una gran variedad de aplicaciones dentro del espectro de la cocina con pescado.

Para mi, la cocina Thai es una de las mejores. Cuando en Bangkok o en Koh Samui pides un curry, tienes que repetir veinte veces la frase «mei pet» (poco picante) y aun así hay altas probabilidades de que este tan heavy que no puedas ni probarlo, tengamos en cuenta que ellos no conciben un plato con menos de cinco guindillas picadas por ración, incluidos muchos postres. La ventaja es que podemos adaptarlo a nuestros gustos, aunque si no te va el picante mejor olvida esta receta.